Unas palabras murieron cerca de la orilla del pensamiento, ni siquiera tuvieron más descendencia. Demasiado cuerdas y estereotípicas. Por eso mi mente se puso en modo fuera de cobertura, quería descubrir algo más que la monocromía que desprendía un presente lleno de caras enfadosas.
Abandoné todo tipo de tanques y rifles que pretendían combatir contra una vida perfumada con olor rancia, para saborear el olor de cada derrota, la humedad de cada lágrima reprimida y la alegría que desprende cada enseñanza.
Redescubrí la escuela sin apuntes, la sabiduría de las experiencias o lo que se denomina la escuela de la vida, tan incomprensible para los ojos que ahora intentan comprender mi forma de funcionar. La forma de caminar patas arriba intentando que caiga de mis bolsillos la cohibición que enmascara la persona.
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