sábado, 11 de febrero de 2012

Carta sin destinatario

Te imaginé abriéndome puertas que hasta ahora no habían sido divisadas, dándole la luz que te caracteriza a mi mesita de noche, alentando cada movimiento que no tocan mis manos y abrazando cada suspiro de debilidad.
Cambié mi forma de entender para comunicarme con tu funesta voz, enmudecí mi visión y te contemplé camino del recuerdo. 
Admití que ya no eras real y olí el perfume de la ausencia. Me esforcé por no echarte de menos, pero tu inexistencia echó el ancla en mi memoria. 
Ahora solo espero verte torciendo la esquina que lleva hacia mi casa, aunque solo sea por una vez, una última vez que se amplíe hacia la eternidad.