Siempre hablaba en
tercera persona porqué nunca se sintió protagonista de su propia novela.
Encontró su lugar como personaje secundario de la vida y así fueron pasando los
atardeceres y más tarde los años.
Anuló todo brillo en su mirada, ahora sus ojos, traspúan el dolor de
miles de sueños encarcelados en un espejo. Castiga a su presente por miedo,
miedos que guardó de pequeña en la caja de pandora y todavía le acompañan
quitándole el sueño y la juventud.