sábado, 10 de noviembre de 2012

Alícia


Alícia dormía entre mariposas ensoñadas y una bicicleta bajo lo almohada que le regalaba viento en la cara cada vez que lo necesitaba.

Solía pasear entre andenes con fotos en las manos. Después subida en un tren recorría vagones dejando entre ver un poco de su arte.
La conocí una mañana demasiado larga en la que las estaciones sabian amargas. Supe más tarde de sus Desmemorias y Ensoñaciones cuando me atreví a leer más allá de sus tatuajes y me habló con el acento a tango de su Buenos Aires querido.