Fue el día en el que el cielo empezó a sangrar que me di cuenta .
Cuando volvió la marea, la imprenta fría sobre la arena me avisó de tu huida.
No hubo tiempo
para despedidas, ni siquiera tiempo para los besos robados con regusto a sal.
Nada sobrevivió al
duro frío de agosto. El olvido habitó en mi piel y la añoranza cerca de mi oído . Volvió a cubrirse de polvo el sofá donde te besé la boca.
El perdón se
desvaneció con el primer despunte del alba y no hubo nada que rebatirle al
definitivo de tus palabras.