jueves, 13 de diciembre de 2012

Nadie duerma


Fue el día en el que el cielo empezó a sangrar que me di cuenta . Cuando volvió la marea,  la imprenta fría sobre la arena me avisó de tu huida. 
No hubo tiempo para despedidas, ni siquiera tiempo para los besos robados con regusto a sal.
Nada sobrevivió al duro frío de agosto. El olvido habitó en mi piel y la añoranza  cerca de mi oído . Volvió a cubrirse de polvo el sofá donde te besé la boca.
El perdón se desvaneció con el primer despunte del alba y no hubo nada que rebatirle al definitivo de tus palabras.