viernes, 12 de octubre de 2012


Tus palabras frías, tus miradas de piedra y los reproches de tu ausencia...
Mis lágrimas, mis suplicas y la indiferencia de tus acciones.
Sigue lloviendo desde entonces y el frío empieza a calar en nuestros huesos.
Sin embargo, aún no te has marchado.
Por eso vengo a pedirte que desaparezcas, que tu aire me ahoga,
que tus latidos no me dejan dormir y tu nombre huele demasiado a ron.
Recoge tu aire, tus palabras y no olvides ventilar las habitaciones,
porque tu recuerdo aún me quema.

Tus jadeos aún duermen cerca de mi oído, y tu persona vive en mis emociones.
Por eso me juro día a día  sacarte de mi memoria, pero cuanto más lo intento más te clavas en mis adentros.
Como si no pudiera oponer resistencia llegas una fría noche y te vas sin más, sin explicarme que has venido hacer y porqué no consigo odiarte como lo hice ayer.